jueves, 15 de noviembre de 2007

Cambia, nada cambia: "El ministro de Economía es Néstor, y lo va a seguir siendo"

"El cambio recién empieza", fue el eslógan de campaña con el que Cristina Fernández sedujo a los votantes en la recta final hacia los comicios del 28 de octubre. Evidentemente la frase no ha sido de aplicación, salvo honrosas excepciones, a la hora de conformar el gabinete de ministros y secretarios que la acompañarán en su gestión a partir del 10 de diciembre.

BAHIA BLANCA (La Nueva Provincia).- En rigor, los ministros y secretarios que secundarán a la presidenta electa son en esencia los mismos que sirvieron a Néstor Kirchner durante estos cuatro años y medio de gestión.

Vale un dato: sólo dos hombres de los anunciados ayer en la Casa Rosada pueden considerarse absolutamente nuevos en el gabinete nacional: Martín Lousteau y Florencio Randazzo, ambos provenientes de la provincia de Buenos Aires y que sirvieron a las ordenes de Felipe Solá como titular del Banco Provincia y como ministro de Gobierno, respectivamente. Los otros recién llegados --Graciela Ocaña (PAMI), Juan Carlos Tedesco (viceministro de Educación) y Lino Barañoa (CONICET)-- ya se desempeñan en distintos niveles de la administración nacional.

Las razones por las que Cristina Fernández asumirá entonces con casi el mismo gabinete que acompañó a su marido son varias y de variado tono, según se escuche a las fuentes del gobierno que ayer, y aun antes de los anuncios, intentaban explicar esa impresión de "más de lo mismo" sobre el que seguramente se montará algún opositor para fustigar al kirchnerismo.

Conviene resaltar antes de avanzar que el anuncio formulado ayer por Alberto Fernández se anticipó por lo menos en 48 horas respecto de los planes inicialmente previstos por el presidente Kirchner y su esposa. Se suponía que la mandataria electa terminaría de definir algunos cargos durante los próximos dos días en su residencia de El Calafate, y que entre sábado y domingo se comunicaría la novedad.

Todo se precipitó tras un encuentro de última hora que el matrimonio presidencial y su "mesa chica" realizó el martes por la noche en Olivos. Allí se convino en que la única forma de frenar el internismo salvaje que se había apoderado del gobierno ante el inminente cambio de ministros y secretarios era apurar los pasos.

"Con los nombres puestos se terminan las peleas y las operaciones de prensa que están circulando", admitió la estrategia el vocero del jefe de Gabinete.

Veamos las razones. Se esgrime por un lado que en el ánimo de CFK a la hora de aceptar seguir con el grueso del elenco que trabajó hasta aquí pesó "el síndrome Bachellet". Es justamente el temor que la senadora tuvo siempre a repetir la historia de su futura colega chilena, que cometió el error de cambiar por completo el gabinete que secundó a Ricardo Lagos. La consecuencia directa de esa decisión equivocada fue pérdida de ejecutividad del gobierno, adopción de políticas erradas, y hasta la pérdida de unos cuantos puntos en materia de imagen ante la opinión pública.

"Un ministro o un secretario no se hace en una semana, y este es un gobierno que se continúa en el que sigue, y tiene varias asignaturas pendientes de inmediata resolución, como el Pacto Social, el arreglo de la deuda con el Club de París, el conflicto con Uruguay", enumeró una altísima fuente de la Jefatura de Gabinete.

Se dice por cuerda separada que el gabinete que asumirá el 10 de diciembre reconoce antes que nada la impronta de Néstor Kirchner. Cuentan confidentes que Cristina ha sido durante el armado de ese equipo un soldado disciplinado de las decisiones de su esposo. Una realidad que refuerza la impresión acerca del altísimo grado de influencia que el santacruceño tendrá en la administración de su esposa, más allá de sus promesas sobre convertirse en un ciudadano más o de dedicarse sólo a dar conferencias y reorganizar el partido peronista.

Un botón basta de muestra: la permanencia de Julio de Vido, pese a la fuerte oposición de Cristina, fue una decisión nunca sujeta a negociación que tomó desde el vamos el presidente. La otra: hubo casi manu militari para convencer a Alberto Fernández de no dar un paso al costado para tomarse un descanso y quedarse en un cargo clave como el suyo.

Un comentario escuchado ayer tras los anuncios de Fernández, al conocerse la novedad del desembarco de Lousteau en reemplazo de Miguel Peirano, parece reforzar esa impresión.

"El ministro de Economía es Néstor, y lo va a seguir siendo en el gobierno de Cristina, más allá del hombre que ocupe efectivamente el cargo".

Por eso sonó descolgado el comentario que Fernández hizo sin ponerse colorado sobre el futuro del polémico Guillermo Moreno: "eso es competencia del futuro ministro de Economía, y deberá resolverlo él".

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